sábado, 20 de octubre de 2007

Coincidencia

Mis compañeros de trabajo suelen hacer bromas con mi compulsión por clasificar la vajilla en el lavavajillas siguiendo una pauta muy precisa (platos pequeños arriba, platos más grandes abajo, tazas pequeñas en dos pisos a la derecha, tazas medianas en el centro, vasos de agua a la izquierda, ... no es tan difícil, ¿no? ;)). Cuando alguien no sigue El Sistema al meter platos en el lavavajillas me pongo muy nervioso, como si algún misterioso equilibrio estuviera a punto de romperse. No obligo a nadie a seguir El Sistema, pero no puedo evitar poner las dichosas tazas en orden antes de enchufar el lavavajillas. Como diríamos en Catalunya, "qui no té un all té una ceba" (lit. "quien no tiene un ajo, tiene una cebolla", significando que todos tenemos nuestras rarezas).

Siempre he creído que existe un Orden subyacente para las cosas, para los eventos y para el Universo en general. Mi cosa con el lavavajillas es tan sólo una muestra de mi búsqueda de la perfección estética, de la simetría, de la completitud. Soy consciente que esta búsqueda fluye en contra de la Segunda Ley de la Termodinámica, que no es rival pequeño contra el que luchar, pero también sé que tan sólo soy un pequeño peón en el gran tablero de ajedrez universal, y que no estoy solo.



Los humanos no podemos ver el gran plan, porque nuestros cerebros son demasiado pequeños y limitados para comprender, e incluso para concebir, la grandiosidad de El Orden, pero sí podemos tener flashes, rapidísimos obturadores que se levantan unos instantes para permitirnos intuir algo allá afuera. Uno de estos flashes me iluminó recientemente, y quiero compartirlo con vosotros.

Cuando trabajaba en Barcelona, J era una de mis compañeros. Cuando llevábamos poco tiempo en Salzburgo, J se casó con su novia J, a cuya boda asistimos. Unos meses más tarde de empezar a escribir este blog, conocimos a una catalana que vive aquí, G. Resulta que G y J son del mismo pueblo en la provincia de Girona, e incluso que ella y la hermana pequeña de J fueron juntas a la escuela. El mundo es pequeño, diréis. Pero aún no he terminado.



Hace un par de meses entró a la empresa un nuevo compañero, G. Un fin de semana Mar y yo quedamos para tomar un café con él y su novia E, y resultó que E es amiga desde la infancia de K, que trabaja en la escuela de idiomas donde Mar da clases de español.

Hace un par de semanas volvimos a quedar con G, la catalana que fue a la escuela con la hermana de la mujer de J, y esta vez vino acompañada por su novio M. Y resultó que M se crió en el mismo pueblo de la Alta Austria en donde vivió G, mi nuevo compañero de trabajo, cuya novia es amiga de una compañera de trabajo de Mar, conociéndose las respectivas familias por ser vecinos desde hace mucho tiempo.



Así pues, tenemos una cadena de conocidos que abarca 10 personas diferentes antes de cerrarse sobre sí misma. ¿Cuál es la probabilidad de algo así? Sí, he oído hablar de eso de los seis grados de separación, y quizá también es cierto que somos realmente malos estimando la probabilidad de una coincidencia tal, pero... ¿no resulta mucho más bello imaginárselo como haberle echado un vistazo a El Orden?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Tonicito,

También tengo mi historita de las coincidencias. Antes de irme a Barcelona para hacer mis investigaciones, hablé con muchos amigos que havian visitado Bcn o vivido allá en algun momento para trocar impresiones. Una de mis amigas, que vivio en Barcelona un par de años, me habló mucho de su amigo Xavi pero no me dio ningún contato.

Bueno, después de 2 meses en Barcelona, mi marido y yo salimos con los estudiantes de su la clase de español. En dicha classe havia una señora australiana que visitava su hija, que por su vez vivia en Barcelona con un novio catalan. Aquella noche conocimos Naomi, la chica australiana, y so novio Xavi. Charlando con Xavi, mencioné que vivia en Toronto, donde estudiaba en la universidad de Toronto. Xavi luego se interesó por ya conocer Toronto, donde pasó un tiempo visitando una amiga, que yo probablemente no conocía. Pregunté el nombre de la amiga que no era otra que la amiga que me havia hablado de un tal Xavi, de Barcelona!

Me parece sumamente interesante que le conocí através de una chica australiana!

JT dijo...

Acabo de escribir un comentario bastante largo sobre este tema pero por alguna razón que desconozco no se ha publicado.

Así que he decidido que publicaré un post sobre ello en mi blog rediseñado.

ruidonoisebruit.wordpress.com

El Sastre de Ulm dijo...

Bueno, bueno.
Este es el post homólogo de uno de mis últimos posts.
Coincidencia? ;)

tonicito dijo...

alexandra, es curioso lo de las coincidencias, en verdad. Sobre todo cuando abarcan gentes de procedencia tan lejana. Mi metacoincidencia solo salta entre Austria y España. La tuya da la vuelta al globo! ;)

silencio, lamento que se perdiera tu comentario, pero estoy ansioso por leer tu nuevo post!

el sastre de ulm, debo confesar que al darme cuenta de que M y G venían del mismo pueblo y cerrar el círculo por tercera vez, recordé el post que mencionas, y pensé: "voy a escribir yo también sobre mis metacoincidencias!" Muchas gracias por la inspiración! :)

Anónimo dijo...

En la adolescencia es más fácil dejarnos creer que las coincidencias no existen. Es más romántico que pensar que "Dios" juega con nosotros a los dados, o incluso que no hay Dios. Supongo que algunos se empeñan en ser jóvenes toda la vida ;)