miércoles, 28 de mayo de 2008

Heppy Birsday (*)

Hace un año inicié la aventura de Murmeltierjahre. Después de 68 posts, debo decir que bloguear me ha cambiado la vida. Tal vez no de forma profunda y crucial, pero sí es cierto que muy a menudo me descubro pensando en "público", pensando en una audiencia virtual, decidiendo cómo podría contar ésto o lo otro, qué fotografía reflejaría mejor mi estado de ánimo o la idea que quiero transmitir.

A pesar que el blog original (y el que cumple el año de vida hoy) es el gemelo inglés de Und komisch spricht das Murmeltier..., voy a celebrar sus cumpleaños conjuntos, porque en realidad ambos quisieron nacer el mismo día.

Quiero darte las gracias a ti, sí, sí, a ti que estás leyendo estas líneas, porque sin ti bloguear no tendría ningún sentido y no sería nada divertido. Gracias por estar ahí y sé bienvenida o bienvenido a la segunda temporada de Und komisch spricht das Murmeltier..., con una plantilla algo más personal que espero que te guste.

HappyBirthday

(*) Los germanoparlantes suelen tener muchos problemas con el sonido de la TH (como en birTHday, que no es nada más que la Z peninsular). Es muy divertido escucharles cantar "heppy birSday to you, heppy birSday to you, ..." ;)

lunes, 19 de mayo de 2008

El verano está a la vuelta de la esquina...

evolució

... ¡se siente en los árboles!

domingo, 18 de mayo de 2008

Detalles

En ocasiones nuestros sentimientos siguen caminos que no acabamos de comprender. A veces nuestra percepción sucede a unos niveles que no somos capaces de hacer conscientes.

¿Por qué hay ciudades que nos parecen frías? ¿Qué es ese algo que, a pesar de todo lo bueno, no te deja sentirte realmente como en casa?

Salzburg

¿Por qué hay otras ciudades que parece que te abracen con su cálido encanto? ¿En qué consiste ese algo que le susurra a tu corazón que esa ciudad podría convertirse fácilmente en tu nuevo hogar?

Graz

No lo sé. Tal vez se trata simplemente del color de sus tejados...

jueves, 15 de mayo de 2008

Soplo mediterráneo

roselles

lunes, 12 de mayo de 2008

Sigue a tu nariz

Una de las consecuencias del enorme éxito que ha tenido, evolutivamente hablando, la especie humana es la cada vez mayor acusada pérdida de contacto con la Naturaleza. Vivimos dentro de "cajas" de piedra, hormigón o ladrillo, a varios metros sobre el nivel del suelo, podemos pasar días enteros sin tocar tierra con nuestras manos, bebemos el agua embotellada y comemos productos que vienen en bandejitas blancas envueltos en plástico transparente.

Ciertas habilidades que tenían nuestros ancestros han desaparecido sin dejar rastro (de la misma forma que lo harán, con toda probabilidad, nuestros dedos de los pies). Otras aún están ahí, pero me resulta más que dudoso que nos pudieran servir, en su estado actual, para sobrevivir y progresar en el entorno más bien hostil en que vivieron los primeros primates superiores.

Pensaba yo en esto ayer, cuando en una excursioncilla por las orillas del Danubio en el Wachau, descubrí unas espigas que, con toda seguridad, eran las mismas que había en el patio de mi escuela, con las que jugábamos de pequeños arrancándolas de cuajo entre el dedo índice y el pulgar (aún puedo recordar perfectamente el ruido como de rasgado que producían al ir formando un bonito "erizo" entre mis dedos) para lanzárselas a los compañeros, puesto que quedaban pegadas a la ropa, en especial a los jerseys de lana. (*)

Lo curioso del caso es que fui muy consciente de cómo el recuerdo se formó en mi mente, primero ver las espigas a la margen del camino, luego imaginarme a mí mismo arrancándolas, luego tocarlas, luego recordar el ruido, luego descubrir la calidez del recuerdo ...

Espigas

Por el contrario, cuando algún olor me despierta un recuerdo, al menos en mi caso, el recuerdo está ahí de forma inmediata, instantánea, como si la nariz tuviera línea directa con la memoria. Y a pesar que a menudo se trata de recuerdos que creía olvidados, en realidad tan sólo requieren del olor preciso para reparecer en todo su esplendor, con todo lujo de detalles, como si estuviera reviviendo aquello una vez más.

Siempre he creído tener un olfato bastante fino. Supongo que es para compensar la miopía y una ligera dureza de oído que se va acentuando con el tiempo. Y es curioso, porque creo que, de todos los sentidos, el olfato es de los que tienen una conexión más directa con el cerebro. Y no precisamente con la parte más consciente del cerebro, sino con los "bajos fondos", con aquella capa cerebral que controla los instintos y las bajas pasiones. Porque el olfato ya estaba ahí mucho antes que se formara la consciencia, y la memoria seguramente también estaba ahí antes que la consciencia.

Me gusta cuando voy en bicicleta hacia la oficina porque, en esta época, puedo oler donde hay matas de Bärlauch a pesar de ser incapaz de verlas (ya comenté lo de la miopía, ¿verdad? ;)). Me encantan los distintos olores que llenan los pasajes de Salzburgo según el día de la semana, según la hora, según el pasaje. Los sábados por la mañana el pasaje que parte de la casa natal de Mozart y llega a la Universitätsplatz huele a horno de carbón y a salchichas. Cerca de la Konditorei Schatz siempre huele a pasteles. El pasaje del Balkan Grill huele a misteriosa mezcla de especias y el pasaje del restaurante japonés Nagano huele, a veces, a salsa de soja y a algas.

Me gusta el sentido del olfato, porque representa un testimonio de nuestro pasado silvestre, cuando distinguir la procedencia de un olor amenazante o de una fuente de alimento podían marcar la diferencia entre sobrevivir o morir. Porque nos recuerda que no somos más que animalejos, algo evolucionados, eso sí, pero animalejos al fin y al cabo. Me gusta porque se me acelera el pulso al sentir el olor de alguien querido que se acerca por detrás. Me gusta a pesar que a veces, cuando alguien se pasa con el perfume o la colonia, muera por ahogamiento en el ascensor. Me gusta porque, de vez en cuando, me trae recuerdos de mi infancia, de cuando en el patio del cole nos lanzábamos espigas los unos a los otros, cuando no nos había llegado aún la época de ir persiguiendo a las niñas...

Patitos

(*) Me dice Mar que ellos las llamaban plantas de los novios, porque el número de espigas que se te quedaban clavadas representaba el número de novios/-as que tenías.

jueves, 1 de mayo de 2008

El erudito callejero

Hace muchos muuchos años, cuando la Humanidad aún tenía acné y la ciencia apenas había empezado a balbucear las teorías e ideas que torturarían a generaciones y generaciones de estudiantes en el futuro, una sola persona podía ser un experto en toda (y me refiero a absolutamente TODA) la ciencia conocida. Pitágoras, Muhammad ibn Mūsā al-Khwārizmī o Leonardo da Vinci llevan el calificativo de "erudito" (del cual también me gusta la versión en inglés, polymath)

Se dice que el último de esta raza fue René Descartes, que recibió una educación integral en el colegio de La Flèche. A partir de entonces, la ciencia pasó a ser demasiado complicada y demasiado extensa para una sola persona, y de ahí nacieron las diferentes disciplinas, y las especializaciones. Ya no quedan eruditos universales...

Jacobi(*)

Pero hace poco descubrí que no es cierto. Un tipo distinto de erudito sigue entre nosotros. Un erudito que jamás ha pisado una Universidad, pero puede avergonzar a cualquier ingeniero cuando se trata de diseñar y fabricar un soporte colgante para un proyector. El tipo de erudito que tiene una opinión razonada y profunda sobre cualquier tema imaginable. El tipo de erudito cuyo tesoro más bien guardado es una vasta colección de trucos y pequeñeces, aprendidos a través de una larga experiencia, que pueden suponer la diferencia entre el fracaso y el éxito...

Su verdadero nombre es Hannes, pero todo el mundo le llama por su apellido, K. Para él va mi más profunda admiración y este vídeo.



(*) Por si alguien se preguntaba el porqué de la foto: Carl Jacobi fue un importante matemático prusiano que, entre otras muchas contribuciones, dio nombre al jacobiano, que avivará tiernos recuerdos a todos los que hayan estudiado ecuaciones diferenciales en algún momento de sus vidas... Me hizo mucha gracia descubrir en este cartel antiguo que un tocayo suyo se dedicó a fabricar jabón de baño :)