lunes, 27 de agosto de 2007

Vacaciones en Austria (iv)

La siguiente excursión nos llevó al Burg Hohenwerfen, donde volvimos a maravillarnos con el espectáculo de aves rapaces, aunque esta vez las condiciones meteorológicas eran particularmente malas para el vuelo. Hacía un día sin apenas viento, y las pobres águilas y sobretodo el buitre tuvieron verdaderos problemas para conseguir ganar unos pocos metros de altura.


Siempre vale al pena volver al espectáculo de aves rapaces en Hohenwerfen.

El mismo día también visitamos el Eisriesenwelt en Werfen, unas cuevas de hielo de las que dicen las guías que son las más grandes del mundo (42km de galerías). La visita dura más o menos una hora, y a pesar de que algunas de las galerías son grandes y majestuosas como el interior de una catedral, en ocasiones hay que atravesar pasillos angostos y oscuros que no hacen la visita adecuada para gente que sufra de claustrofobia. Lástima que no esté permitido hacer fotos durante la visita (para evitar que los grupos se rompan y alguien se pierda dentro de las cuevas, ¡glups!), porque las montañas de hielo en el interior de la cueva son increíbles. La temperatura dentro de la cueva se mantiene ligeramente por encima de los 0º, independientemente de la temperatura exterior, así que tuvimos que abrigarnos bien antes de entrar.

Al día siguiente fuimos a la Großglockner Hochalpenstraße, la carretera alpina más alta de Europa (léase sobre el interés de los austríacos por la exactitud numérica en un post anterior). Esta carretera cruza de Norte a Sur por uno de los pasos más importantes de los Alpes Orientales, el Hochtor, que a una altura de 2504m se utiliza desde tiempos inmemoriales (sí, los romanos ya pasaron por ahí, aunque no fueron los primeros). El punto más alto de la carretera, la Edelweißspitze (pico Edelweiss), está situado a 2571m. Me gusta mucho esta carretera porque se pueden observar claramente los distintos tipos de vegetación conforme se va ganando altura.


El observatorio Swarovski y al fondo las faldas del Großglockner y Johannisberg.

Siguiendo la carretera se llega al Kaiser-Franz-Josefs-Höhe, situado a 2369m, desde el que hay una vista inmejorable de la montaña más alta de Austria, el Großglockner (3798m), y del glaciar más largo de los Alpes Orientales, el Pasterze, de aproximadamente 9km de longitud. Se dice que en 1856, cuando el Emperador Francisco José ascendió hasta este punto (de ahí el nombre), el glaciar llegaba hasta ahí mismo. Hoy ha perdido más o menos la mitad de su volumen y para bajar hay un funicular que en 1963 llegaba hasta la lengua del glaciar, y desde el que actualmente aún hay que descender unos 300 escalones.


Las marmotas aún no habían comido suficiente de los turistas y nos miraban con mal disimulado interés.

Además de la montaña y el glaciar, la gran atracción de la zona son las marmotas y los íbices. Las primeras se dejan ver con facilidad, sobretodo si se llega pronto, antes de que hordas de turistas las hayan sobrealimentado con manzanas, pan y galletas y se recojan a sus madrigueras para digerir el atracón, animalicos... Los segundos, parientes cercanos de las cabras monteses, son mucho más tímidos y menos amigos de acercarse al hombre. Para verlos se necesita un poco de suerte, mucha paciencia y unos buenos prismáticos. Nosotros vimos sólo uno, muy a lo lejos, a la sombra de una roca.

La excursión terminó con una visita a las cataratas de Krimml, las más altas de Austria con sus 380m de caída repartidos en tres secciones. Un camino asciende al lado de la catarata, con pequeños balconcitos cada dos o tres serpentinas, desde los que uno puede admirar la imponente caída de agua y su ruido ensordecedor y, en algunos de ellos, echar de menos un chubasquero.


Las cataratas de Krimml. En la foto sólo aparecen los tramos medio e inferior.

Dos días de récords, pues:
- Eisriesenwelt, las cuevas de hielo más grandes del mundo
- Großglockner Hochalpenstraße, la carretera más alta de Europa
- Großglockner, el pico más alto de Austria
- Pasterze, el glaciar más largo de los Alpes Orientales
- Krimmler Wasserfälle, las cataratas más altas de Austria

El final de nuestras vacaciones nos llevó a Munich, capital de Baviera...

jueves, 23 de agosto de 2007

Vacaciones en Austria (iii)

Dejamos el Neusiedler See bajo una tormenta importante que hizo que cambiáramos nuestros planes originales de hacer una carreterita de montaña por el Semmering y Mariazell, y en lugar de eso nos fuimos directamente a Graz, la capital de Estiria.

A pesar de que Graz es una ciudad preciosa que merece un post a parte, esta visita fue tan relámpago que no dejo fotos. Después de degustar unos deliciosos Ochsenherzenparadeiser (literalmente, tomates de corazón de buey; así se llaman unos tomates gigantescos, rosados y dulces) y subir a la Schlossberg, nos volvimos a poner en ruta para visitar la iglesia de Santa Bárbara en Bärnbach.


La iglesia de Hundertwasser reluce bajo el sol del atardecer de forma mágica. Me encanta la fotografía de tomates por su rotundidad. Ahí queda eso.

Cuando llegó el día de restaurar la iglesia del pueblo, los lugareños votaron por unanimidad encargar el proyecto al arquitecto Friedensreich Hundertwasser. Y la verdad es que, visto el resultado, acertaron de lleno. No sólo por la iglesia merece la pena hacer un pequeño desvío en el camino sino también por el parque que hay a su alrededor, donde portales de colores representan las religiones del mundo. ¡Incluso hay un portal sin símbolo para los ateos! Después emprendimos camino hasta llegar a casa, en Salzburgo, que tomamos como base de operaciones para las siguientes excursiones.

En Salzburgo estuvimos visitando la fortaleza Hohensalzburg y admirando las vistas incomparables de los alrededores, con los Alpes siempre presentes. La fortaleza, dice la leyenda y las guías turísticas, jamás fue conquistada por ningún ejército enemigo. Y viendo la pendiente que hay que superar para llegar hasta arriba, se entiende perfectamente.



Al día siguiente hicimos nuestro tour favorito por el Salzkammergut. El paisaje en esta región es suave, verde y perfecto, parece que se está dentro de una maqueta de trenes. Hallstatt, uno de los ocho Patrimonios de la Humanidad en Austria, está colgado de forma imposible entre las paredes verticales del Dachstein y el lago Hallstättersee (literalmente, lago de Hallstatt). Además de dar nombre a una cultura de la Edad de Hierro, Hallstatt es uno de mis pueblos favoritos en Austria (con permiso del recién descubierto Rust). Me encantan sus callejas estrechas, descubrir pequeños detalles en cada rincón, pasearme por los tejados del pueblo y el hecho que el lago y las montañas constituyen el fondo perfecto, sea cual sea el ángulo...


En el osario de la iglesia católica en Hallstatt se conservan calaveras con sus nombres escritos en la frente, decoradas con cruces y florecillas de colores. Otros países, otras costumbres... ;)

Después de una visita de rigor a la pastelería Zauner de Bad Ischl (los mismos que le servían los pasteles y las tartas a Sisí Emperatriz), terminamos el día dando un paseo por un caminillo que bordea el Wolfgangsee cerca de Sankt Gilgen.



Las próximas excursiones nos llevaron a la carretera alpina del Großglockner, a las cataratas de Krimml y a Munich...

miércoles, 22 de agosto de 2007

Vacaciones en Austria (ii)

La segunda etapa de nuestro viaje nos llevó al lago Neusiedl, situado hacia el este, en la frontera de Austria con Hungría. Se le llama Neusiedler See en alemán y Fertő tó en húngaro. Me gustan las palabras magiares, tienen pinta de ser sonoras, potentes, como algunas palabras españolas que le llenan a uno la boca instantes antes de lanzarlas como dardos.

El Fertő tó es lo que se llama una cuenca endorreica (¡qué fea esta palabra!), es decir, un lago en el que el agua tan solo sale por infiltración o evaporación, pero no tiene salida al mar a través de ningún río. Los nombres en inglés (steppe lake) o alemán (Steppensee) son más bonitos: el lago de la estepa. Su profundidad no supera jamás los 2 metros (!!) y es conocido por el casi constante viento, que hace las delicias de los amantes de la vela y el windsurf, y por contar con una extensa zona de juncos, que hace las delicias de muchas aves migratorias, que encuentran aquí reposo en sus viajes de Norte a Sur y viceversa.



El paisaje que rodea al lago es bastante llano y su vegetación tiene un toque agreste que me hizo añorar la costa del Mediterráneo. Los viñedos se extienden hasta donde alcanza la vista y cualquier pequeña colina constituye una inmejorable atalaya para dominar el paisaje, con el lago siempre de fondo. Ya sé que no suena muy espectacular, pero después de vivir casi tres años entre verdes paisajes alpinos descubrir el otro extremo del país fue una agradable sorpresa.

El pueblo donde acampamos se llama Rust y está en la orilla occidental del lago, y creo que se va a convertir a partir de ahora en mi pueblo favorito en Austria, con permiso de Hallstatt, del cual hablaré próximamente. Rust compró su calidad de municipio libre a la corona húngara en el siglo XVII a base de doblones de oro y barricas de vino del tipo Ruster Ausbruch. El pueblo posee unas cuantas casas medievales y en él no tuve la sensación de estar en un decorado que me acecha en otros pueblos austríacos más hacia el Oeste. De todos modos, las indiscutibles protagonistas de Rust viven sobre sus tejados: Se dice que hasta 50 parejas de cigüeñas visitaban el pueblo cada verano. En la actualidad no son tantas, pero nosotros contamos sin esfuerzo más de 20 sin movernos de sitio. Cada vez que las oía saludarse repicando con sus picos me inundaba una sensación de paz que invitaba a disfrutar del anochecer con un buen vino y todo tipo de Schmankerl (embutidos, quesos, aperitivos fríos que se sirven como excusa para acompañar al vino).



El Neusiedler See y sus alrededores resultan perfectos para una excursión en bicicleta. Y eso es justamente lo que hicimos, alquilar bicis y lanzarnos a pedalear, subirlas al ferry cuando había que atravesar el lago e intentar avistar alguna de las aves migratorias en el Parque Natural (sin suerte). A pesar de no haber visto ninguna, los paisajes y los detalles fueron más que suficientes para hacer que me enamorara perdidamente de esta apartada región de Austria.




En invierno, cuando el lago se congela, cortan los juncos y los dejan secar, para ser utilizados, entre otras cosas, como aislante del frío en las casas.

Nuestro viaje nos llevó luego a Graz, capital de Estiria, y a la iglesia de Santa Bárbara en Bärnbach, para luego dirigirnos a Salzburgo...

lunes, 20 de agosto de 2007

Vacaciones en Austria (i)

Después de un tiempo de silencio, retomo Und komisch spricht das Murmeltier después del paréntesis vacacional. Hemos estado recorriendo Austria durante dos semanas junto con nuestros amigos D., E. y R.

Voy a someter a mis visitantes a una de esas terribles sesiones de "quedamos en casa y os enseño las fotos de las vacaciones", aunque en este caso cuenta con dos ventajas inestimables: la primera, la sesión será por partes, y la segunda, cada uno puede levantarse y largarse cuando le apetezca sin temor del qué dirán o de hacerme un feo.

Así pues, vamos a empezar con la primera parte del viaje: el monasterio de Melk y Viena.

Melk está cerca del Valle del Wachau. Esta región, situada a orillas del Danubio en la Baja Austria, es famosa por sus albaricoques (Marillen) y por lo bonito de la floración de los albaricoqueros en primavera. La ciudad de Melk es conocida por su monasterio benedictino. Los que hayan leído El Nombre de la Rosa recordaran que el joven aprendiz benedictino de Guillermo de Baskerville era Adso de Melk. Justamente.


Una de las joyas que contuvo la biblioteca es una de las Biblias impresas por Gutenberg, pero los monjes tuvieron que venderla para renovar el monasterio. El estilo barroco, especialmente en el interior de la iglesia, resulta sumamente agobiante.

La segunda parada fue Viena. Con ese curioso contraste entre los excesos imperiales y el pijerío del interior de la Ringstrasse y la encantadora cutrez de ciudad del Este que se respira tan pronto el número de distrito tiene dos cifras. Irremediable visita a los jardines de Schönbrunn, junto con otros muchos millones de turistas de todo color y pelaje, aunque lo compensamos dando de comer a ardillas y pajarillos, y más tarde con las casas de Hundertwasser, con un paseo al atardecer por el antiguo barrio judío (o eso creemos, entre otras pistas, por los nombres de las calles) y con una más que merecida visita al Naschmarkt.


Me decidí por el blanco y negro para Schönbrunn porque así las fotos parecen menos manidas, le dan un aire de época y hasta parece que los turistas desaparezcan.


En el Naschmarkt siempre se descubren nuevas hortalizas que inmortalizar.

Después de pasar dos noches en Viena, partimos hacia la segunda parte de nuestro viaje: el Neusiedler See, el segundo lago estepario más grande de Europa Central, en la frontera con Hungría...

sábado, 4 de agosto de 2007

El alma de una ciudad

Ayer vimos una película, Resist, sobre la historia de la compañía de teatro The Living Theatre. En una de las escenas salía un baile de fiesta mayor en Rocchetta Ligure, un pueblo en el Piamonte. A pesar de no haber estado nunca en ese pueblo, todo resultaba terriblemente familiar: las luces en la calle, las parejas de edad bailando, la música, el escenario, la decoración. Podría haber sido cualquier pueblo del levante español. Una vez más me di cuenta que no somos para nada distintos.

En realidad pensamos esto bastante a menudo. Cada vez que topamos con un grupo de turistas italianos, cada vez que entramos en una tienda o un mercado turco, cada vez que comemos un plato libanés, nos damos cuenta que, de algún modo extraño, todos los puertos del Mediterráneo, Málaga, Beirut, Génova, Túnez, Valletta, Alejandría, Izmir, Palermo, Barcelona, ... son en realidad un solo puerto, viejo y sabio, que hace que sus gentes se sientan más confortables, más en casa, en un ruidoso mercado marroquí que en un elegante café vienés.



El Mediterráneo fue la primera gran autopista de la Historia, y el motivo que llevó a todos los pueblos mediterráneos a hacerse a la mar fue el mismo: el comercio. Y con el comercio vino el intercambio cultural entre gentes muy diversas: las culturas mesopotámica, egipcia, persa, fenicia, judía, griega, latina, árabe y turca tuvieron su origen en sus costas. El Mediterráneo es, en última instancia, la cuna de la civilización occidental tal y como hoy la conocemos.



Las rutas comerciales traen variedad, noticias, tecnologías, ideas, revoluciones. Y todo esto llegaba al punto que creo que constituye el centro, el corazón y el alma de una ciudad: su mercado. Y soy de la opinión que los mercados de hoy en día todavía conservan el alma de antaño. Por eso nos gusta tanto visitar mercados en cualquier parte.



Siempre que estamos en una ciudad, si queremos tomarle el pulso, si queremos oír su respiración, ver su corazón, vamos al mercado. Porque en un mercado de verdad jamás te sientes extranjero. Porque puedes ver a la gente que vive de verdad en la ciudad. Porque puedes juzgar cuán abierta de mente es la ciudad simplemente sentándote en el mercado y observando a tu alrededor. Por eso nos encanta ir al Grünmarkt o al Schrannenmarkt en Salzburgo. Por eso hemos estado en el Naschmarkt de Viena, en el Portobello Road Market de Londres, en el Viktualienmarkt de Munich, en el Winterfeldtmarkt y el mercado turco de Kreuzberg en Berlín.



Y una vez más para confirmar que tu casa es lo que peor conoces, debo confesar avergonzado que nunca he estado en La Boqueria de Barcelona. Pero tengo la intención de cambiarlo muy pronto.