domingo, 28 de septiembre de 2008

Rache des Papstes

Los rayos del sol, caprichosos, dibujan una cruz al reflejarse en la cúpula de la Fernsehturm de Berlin, joya de la corona del gobierno de la antigua República Democrática Alemana. En clara contradicción con los principios profundamente ateos del estado socialista, el agudo sentido del humor de los berlineses rápidamente bautizó este curioso efecto como „Rache des Papstes“ (la venganza del Papa).

Berliner Fernsehturm

Se dice que la temible Stasi interrogó largamente al arquitecto de la torre para asegurarse que no había planeado el reflejo a propósito. También se dice que uno de los miembros del Gobierno finalizó las discusiones sobre el tema con las palabras „Das ist kein Kreuz, sondern ein Plus für den Sozialismus!“ ("¡No es una cruz, sino un punto positivo para el Socialismo!")

En cualquier caso, la elegante silueta de la Fernsehturm, con cruz o sin ella, es una vista que siempre me alegra, porque significa que estoy en Berlin, una de las ciudades en que podría vivir.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Americanos... os saludamos con alegría...

Durante el vuelo hacia los Estados Unidos, Lufthansa ofrece algunos consejos sobre cómo rellenar el formulario de inmigración
I-94W. Entre otros, se recomienda tratar de escribir los números en la forma usual en Norteamérica (y no a la europea) para evitar posibles malinterpretaciones por parte de los oficiales de inmigración.

The American Way

A pesar de las muchísimas similaridades que saltan a la vista, en especial cuando se compara la costa nordeste y Centroeuropa, hay también unas cuantas cosas que se hacen de forma distinta a cada lado del Atlántico.

Una de las diferencias que más me llamaron la atención es que los norteamericanos hablan. Y mucho. No importa si te conocen o no. Ya sea entablar una conversación con el vecino de mesa que habla raro, u ofrecerse voluntariosos a indicarnos el camino tan pronto tengamos un plano en la mano y miremos alrededor con cara dudosa, o preguntarte sobre tu país de origen, o simplemente enterarse de cuál es tu historia. Se dice que si le pides la hora a un norteamericano ya habrás hecho un nuevo amigo. Y parece ser verdad. No sólo en encantadores pueblecitos en el corazón de parques nacionales sino también en la gran ciudad.

Brooklyn Brewery

Esta característica norteamericana puede resultar algo sorprendente e incómoda para los habitantes del Viejo Continente, donde cada uno tiende a ocuparse de sus propios asuntos, va con cara de perro por la calle y no le importan un pimiento los prójimos a su alrededor. Al principio nos sentimos algo extraños ante los indiscutibles reyes del small talk, pero en seguida reconocimos las ventajas de darle conversación a la gente. Porque gracias a perfectos extraños con ganas de hablarnos estuvimos en lugares que jamás hubiéramos descubierto.

Williamsburg walks

Creo que lo interesante de esta actitud es que suele terminar en win-win situations, en las que ambas partes obtienen algún tipo de beneficio. E incluso una simple conversación amigable, aun cuando no brinde oportunidad alguna para nadie, es también una agradable experiencia. De cualquier modo, esta forma de acercarse a las relaciones sociales permite a los norteamericanos estar siempre abiertos a nuevas oportunidades, a beneficios inesperados, practicando activamente el llamado networking, cuyo principio radica en poner en contacto entre sí a tus conocidos, porque tal vez puedan tener algún interés mutuo, sea cual sea la razón. De esta forma, ponemos el enorme poder de los crecimientos exponenciales de nuestro lado.

Una semana antes de viajar a los Estados Unidos estaba haciendo cola para sacarme la licencia de conducir internacional en el ÖAMTC (la asociación austríaca de automobilistas) de Salzburgo. Una señora mayor delante mío estaba pidiendo información de carreteras para planificar sus vacaciones de verano, y escuché sin querer que estaba preguntando por destinaciones en la costa entre Barcelona y Tarragona. Sonreí para mis adentros y esperé mi turno. Cuando más tarde salí con mi flamante licencia internacional, la señora aún estaba en el aparcamiento, inspeccionando todo el material que había obtenido, y estuve sopesando si acercarme a ella y decirle que soy de Tarragona y viví muchos años en Barcelona y ofrecerle algunos consejos y responder a todas las preguntas que quisiera hacerme. Pero, ¿sabes?, soy bastante tímido y no me siento cómodo entrándole a un extraño en plena calle, así que monté en la bici y me fui sin decirle nada.

Ruhe

Y casi inmediatamente lamenté no haberle dicho nada, porque nada hubiera perdido, ella habría obtenido información de primerísima mano sobre la región y, ¿quién sabe?, tal vez yo también hubiera obtenido algo, aunque fuera tan sólo la satisfacción de haber ayudado a alguien. Pero no.

¿Quizá la próxima vez?

domingo, 21 de septiembre de 2008

3x

3x

domingo, 7 de septiembre de 2008

Bajo el mar

Hay un pequeño país en la Micronesia que me es especialmente cercano. El archipiélago de Palau cuenta con 8 islas grandes más unas 250 menores, cerca de veinte mil habitantes y una altura máxima sobre el nivel del mar que no supera los 250 metros.


(Foto de lonely planet images)

No es difícil imaginar la angustia de sus habitantes (y también de la mayoría de isleños del mundo) cuando se habla del deshielo de los casquetes polares y la consiguiente subida del nivel del mar. Muchos países, como Palau, verán dramáticamente afectadas sus líneas de costa. Otras naciones simplemente dejarán de existir.

Es por esto que una alianza de pequeñas islas quiere pedir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que se comience a plantear el cambio climático como lo que es: una amenaza para la seguridad de la Humanidad. Avaaz, una asociación internacional sin ánimo de lucro, recoge firmas para dar apoyo a esta singular petición. Tal vez no sirva de gran cosa, pero creo firmemente que el primer paso para la solución de un problema, tal vez el más importante, es tomar conciencia de que tenemos un problema.


(Foto de woody1778a)

Hace muchos años mi padre recibió una oferta por correo para adquirir uns edición especial de los sellos de la República de Palau, que se ofrecieron en todo el mundo a aquellos que llevaban dicho apellido. En aquella ocasión mi padre no aceptó la oferta, aunque luego siempre lamentó el no haberlo hecho.

Yo siempre pensé que tal vez algún día yo también recibiría una oferta semejante. Espero que no sea demasiado tarde para Palau y para todas las islas amenazadas de nuestro planeta.