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martes, 2 de febrero de 2010

El día de la marmota

Hoy es el día de la marmota.

Como parte interesada, desde este blog celebramos esta bella tradición, importada a Norteamérica desde Centroeuropa, donde se ha perdido, y estamos ansiosos por saber cuál es el vaticinio que Phil y sus semejantes nos proporcionan para este año: ¿tendremos una pronta entrada de la primavera o nos quedan aún 6 semanas de invierno?

martes, 16 de junio de 2009

Great Plains

He visto la tierra cubierta por una gruesa capa de hielo, cuyos reflejos con los rayos oblicuos del sol eran de una belleza capaz de hacer aflorar lágrimas a los ojos de cualquier mortal.

He visto el hielo fundirse para dejar paso a un vasto océano primigenio en cuyo vientre todo comenzó.

He visto el violento choque de los continentes, he visto masas de tierra emerger, he visto organismos verdes conquistarlas.

He visto el nacimiento de gigantescas montañas de roca en el oeste.

He visto una brillante explosión en el sureste que trajo consigo frío, hambre y muerte.

He visto al océano dejar paso a un mar de hierba, en cuyos vastísimos pastos moraban gigantescas manadas de bisontes, más allá de donde alcanza la vista, mucho más allá de mis extensos dominios.

He visto a la Gente Roja viviendo en equilibrio con la Naturaleza, alimentándose de los bisontes y reverenciándolos al mismo tiempo.

He visto la Gran Corriente en el este.

He visto a las primeras Gentes Blancas llegar desde el sur, impulsados por la codicia, en busca de los descendientes de los siete obispos de Mérida, en busca de las míticas ciudades de Cíbola y Quivira. Los he visto fracasar.

He visto a las siguientes Gentes Blancas llegar desde el este, al principio en carretas de frágil construcción, más tarde montados en humeantes corceles metálicos, siguiendo incansables sus brillantes caminos.

He visto a la Gente Blanca cazar millones de bisontes para vender sus pieles y sus huesos, dejando el resto para la podredumbre. He visto la práctica extinción de los bisontes por pura codicia.



He visto Gentes Blancas forzando a Gentes Rojas a marcharse, hacia el oeste o a encerrarse en reservas.

He visto millones de asentamientos, he visto la tierra dividida en innumerables granjas de no más de 500 acres, pobres Gentes Blancas intentando sobrevivir de ellas.

He visto avances tecnológicos abrir hondas heridas en la tierra. He visto arados con el poder de destrozar el suelo, el mismo suelo que podía retener la humedad incluso en largos períodos de sequía.

He visto a la gente creer erróneamente que el clima de la región había cambiado, que era cierto que "el arado llama a la lluvia". He visto la tierra convertida en granero para los contendientes de una guerra lejana. He visto mecanización. He visto exprimir la tierra hasta agotar la última de sus riquezas.

He visto el retorno de la sequía. He visto las capas superiores de la tierra siendo literalmente arrastradas en mis brazos en tormentas de arena, he transportado el suelo a miles de millas hacia el este, depositando la mayor parte en el fondo del océano. He creado ventiscas negras en medio continente.



He visto millones de personas forzadas a abandonar sus casas enterradas bajo la arena. Los he visto cargar sus míseras posesiones en camionetas destartaladas y emprender el viaje hacia el oeste, la tierra de los naranjos en flor y los ríos de miel... o eso es lo que ellos creían. He visto miseria, hambruna y muerte.

He visto miles de pueblos fantasma.

He visto extraños círculos en la tierra, he visto consumir agua mucho más rápido de lo que puede regenerarse.



He visto elegantes torres blancas crecer en la tierra. Voy a regalarles una pequeña parte de mi infinita energía.



(todas la imágenes han sido tomadas de Wikimedia Commons)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Through wars of worlds / invaded by Mars

Hace unas semanas, el pasado 30 de octubre, se cumplió el septuagésimo aniversario de la famosa retransmisión radiofónica de "La Guerra de los Mundos" de H.G. Wells.

Además de catapultar a un joven Orson Welles a la fama, se cuenta que durante los casi 59 minutos de retransmisión, muchas centralitas telefónicas de la policía y redacciones de noticias fueron bloqueadas por las llamadas aterrorizadas de la población, que creyó de veras que los marcianos habían iniciado la invasión de la Tierra después del aterrizaje de una cápsula en Grover's Mill, Nueva Jersey. También suele hablarse de gente huyendo de sus casas, presa del pánico. A pesar de que la atmósfera de tensión y ansiedad que precedió a la Segunda Guerra Mundial pudo tener parte de culpa en estas reacciones, parece ser que los informes de pánicos en masa fueron intencionadamente exagerados por la prensa, en una época en que los medios escritos temían por su existencia ante la novedad e inmediatez de la radio, un nuevo medio por aquel entonces.

Sea como fuere, este suceso es a menudo puesto como ejemplo de la credulidad e inocencia de la población estadounidense. No pocas veces se acompaña el relato de una sonrisa de suficiencia, como diciendo: "Ya se sabe, estos americanos...". La misma sonrisa que aflora a los labios del europeo cuando lee "Employees must wash hands before returning to work" ("Los empleados deben lavarse las manos antes de volver al trabajo") en los lavabos de cualquier lugar en el que se sirva comida. O también al responder el famoso cuestionario en el formulario de inmigración I-94W en el que, tras preguntas del estilo "Do you belong to a terrorist organization?" ("¿Pertenece usted a una organización terrorista?"), se nos advierte que un en cualquiera de ellas podría suponer la denegación de nuestro visado de entrada al país. Sonrisas de suficiencia que afloran porque creemos ver en todas partes el reflejo de una sociedad idiotizada, a la que en todo momento hay que explicar con todo lujo de detalle lo que hay que hacer en cada situación, como a niños pequeños.

Napkins

Uno de los factores que te hacen sentir mal cuando vives en el extranjero, cuando debes desarrollar tu vida en una sociedad distinta, es la falta de referencias culturales, aquellos millones de pequeños detalles, de guiños, de procedimientos, de convenciones, que un aborigen sabe sin ser consciente de ello pero que pueden convertirse para ti en un grave obstáculo. A menudo te asalta esa desagradable sensación de que te estás perdiendo algo, de que hay algo que todos saben y que tú ignoras. Algo que convierte en granos de arena para el nativo lo que para ti son montañas.

Ya he hablado antes sobre los marcos de referencia y su fragilidad, y de cómo se adaptan a la nueva situación sin apenas darnos cuenta. Pero también soy consciente que jamás llegarás a quitarte del todo de encima esta desagradable sensación de "me estoy perdiendo algo", por muchos años que pases fuera. Considero que, para el inmigrante, la falta de las referencias culturales de la población que lo adopta es uno de los problemas más graves que debe afrontar. Por eso, cualquier ayuda es más que bienvenida, y tener a alguien que te explica como funcionan las cosas, sin dar por sentado ningún conocimiento previo, sin dar por supuesto un marco de referencia común, es una bendición.

Los Estados Unidos, y Norteamérica en general, son tierra de inmigrantes: apenas una pequeña fracción de la población actual no tiene ningún antepasado que naciera fuera de sus fronteras. Tal vez es por eso que las reglas deben quedar muy muy claras. Tal vez es por eso que hay que formularlo todo sin dejar margen a una posible interpretación errónea. Tal vez sea la necesidad de congeniar muchos marcos de referencia distintos, y no una sociedad idiotizada, lo que hace que parezcan niños pequeños a los que hay que explicar todo. En una tierra de inmigrantes en la que cada uno tiene sus particulares sesgos, sus matices culturales, la definición acurada de unas reglas del juego que no dejen lugar a equívoco, es una necesidad.

Inmigración

Este verano tuve la ocasión de visitar, en un corto espacio de tiempo, las ciudades de Nueva York y París. Y es curioso, porque en Nueva York no tuve en ningún momento la sensación de no saber qué tenía que hacer, hacia dónde ir para recoger mi maleta o dónde tenía que esperar mi turno en cualquier cola o qué me iba a encontrar al final de ella. Una interesante sensación de comodidad, de que el camino para adaptarse a la sociedad ha sido apisonado a conciencia. Unos días más tarde, al llegar a París, otra vez en la Vieja Europa, además de necesitar varios segundos para saber dónde estaba mi maleta, me asaltó muy a menudo la sensación de "Merde!, me vuelvo a estar perdiendo algo".

jueves, 25 de septiembre de 2008

Americanos... os saludamos con alegría...

Durante el vuelo hacia los Estados Unidos, Lufthansa ofrece algunos consejos sobre cómo rellenar el formulario de inmigración
I-94W. Entre otros, se recomienda tratar de escribir los números en la forma usual en Norteamérica (y no a la europea) para evitar posibles malinterpretaciones por parte de los oficiales de inmigración.

The American Way

A pesar de las muchísimas similaridades que saltan a la vista, en especial cuando se compara la costa nordeste y Centroeuropa, hay también unas cuantas cosas que se hacen de forma distinta a cada lado del Atlántico.

Una de las diferencias que más me llamaron la atención es que los norteamericanos hablan. Y mucho. No importa si te conocen o no. Ya sea entablar una conversación con el vecino de mesa que habla raro, u ofrecerse voluntariosos a indicarnos el camino tan pronto tengamos un plano en la mano y miremos alrededor con cara dudosa, o preguntarte sobre tu país de origen, o simplemente enterarse de cuál es tu historia. Se dice que si le pides la hora a un norteamericano ya habrás hecho un nuevo amigo. Y parece ser verdad. No sólo en encantadores pueblecitos en el corazón de parques nacionales sino también en la gran ciudad.

Brooklyn Brewery

Esta característica norteamericana puede resultar algo sorprendente e incómoda para los habitantes del Viejo Continente, donde cada uno tiende a ocuparse de sus propios asuntos, va con cara de perro por la calle y no le importan un pimiento los prójimos a su alrededor. Al principio nos sentimos algo extraños ante los indiscutibles reyes del small talk, pero en seguida reconocimos las ventajas de darle conversación a la gente. Porque gracias a perfectos extraños con ganas de hablarnos estuvimos en lugares que jamás hubiéramos descubierto.

Williamsburg walks

Creo que lo interesante de esta actitud es que suele terminar en win-win situations, en las que ambas partes obtienen algún tipo de beneficio. E incluso una simple conversación amigable, aun cuando no brinde oportunidad alguna para nadie, es también una agradable experiencia. De cualquier modo, esta forma de acercarse a las relaciones sociales permite a los norteamericanos estar siempre abiertos a nuevas oportunidades, a beneficios inesperados, practicando activamente el llamado networking, cuyo principio radica en poner en contacto entre sí a tus conocidos, porque tal vez puedan tener algún interés mutuo, sea cual sea la razón. De esta forma, ponemos el enorme poder de los crecimientos exponenciales de nuestro lado.

Una semana antes de viajar a los Estados Unidos estaba haciendo cola para sacarme la licencia de conducir internacional en el ÖAMTC (la asociación austríaca de automobilistas) de Salzburgo. Una señora mayor delante mío estaba pidiendo información de carreteras para planificar sus vacaciones de verano, y escuché sin querer que estaba preguntando por destinaciones en la costa entre Barcelona y Tarragona. Sonreí para mis adentros y esperé mi turno. Cuando más tarde salí con mi flamante licencia internacional, la señora aún estaba en el aparcamiento, inspeccionando todo el material que había obtenido, y estuve sopesando si acercarme a ella y decirle que soy de Tarragona y viví muchos años en Barcelona y ofrecerle algunos consejos y responder a todas las preguntas que quisiera hacerme. Pero, ¿sabes?, soy bastante tímido y no me siento cómodo entrándole a un extraño en plena calle, así que monté en la bici y me fui sin decirle nada.

Ruhe

Y casi inmediatamente lamenté no haberle dicho nada, porque nada hubiera perdido, ella habría obtenido información de primerísima mano sobre la región y, ¿quién sabe?, tal vez yo también hubiera obtenido algo, aunque fuera tan sólo la satisfacción de haber ayudado a alguien. Pero no.

¿Quizá la próxima vez?