Gotham City
Se dice que cuando en Nueva York son las tres de la tarde, en Europa son las nueve de la noche de diez años antes.
A pesar de lo relativamente corto de su historia como ciudad occidental (los holandeses fundaron Nueva Amsterdam en la punta sur de la isla de Manhattan en 1624), uno se lleva la impresión de estar en un lugar donde han sucedido, y siguen sucediendo, hechos muy importantes. Es como si ahí la Historia, para compensar un arranque tardío, transcurriera a una velocidad vertiginosa.
Tal vez sea por eso que los neoyorquinos viven deprisa: la gente habla deprisa, come deprisa, los taxistas conducen deprisa, los peatones caminan deprisa, las personas ríen deprisa e imagino que también sueñan deprisa. O quizá sean justamente ellos quienes aceleran el paso del reloj con su incorregible cruzar los semáforos en rojo y sus incansables sinfonías de claxon.
Nueva York tiene alma, a pesar de las múltiples y sorprendentemente contradictorias identidades que posee, que se metamorfosean una en otra en cuestión de pocos pasos, en ocasiones incluso cuestión de cruzar a la acera opuesta. Aunque esto no es nada nuevo: los que visitaban el asentamiento holandés en el siglo XVII se maravillaban del hecho que dieciocho lenguajes distintos fueran hablados en sus calles en una época en que la población no superaba el millar de habitantes. Y a pesar de esta disparidad de aspectos, Nueva York tiene un alma joven y fuerte. Sólo hace falta quedarnos quietos en medio de la calle, en medio del bullicio, y cerrar los ojos para sentir su potente latido bajo nuestros pies.
Nueva York transmite una curiosa familiaridad en todas sus caras, en las imágenes. Jamás has estado ahí, pero mires adónde mires, un icono conocido se imprime en tu retina, un fotograma de aquella película que tal vez no consigas recordar, o la fotografía que quizá jamás existió, pero que el subconsciente colectivo ha digerido después de décadas de exportaciones audiovisuales.
Al cruzar el portal y salir a la calle, te enfrentas a la decisión más difícil del día: ¿dirigimos nuestros pasos hacia la izquierda (hacia el sur, downtown) o hacia la derecha (hacia el norte, uptown)? Aunque en realidad tanto da, porque Nueva York no nos va a defraudar en ninguna dirección.
Se dice que los editores de comics daban instrucciones a los nuevos dibujantes y guionistas para ayudarlos con las localizaciones de sus historietas. Metrópolis, la ciudad de Superman, es el Midtown de Manhattan en un mediodía soleado. Gotham, la ciudad de Batman, es el Downtown en una noche lluviosa. Y Harlem es Harlem, claro. Pudimos caminar hasta destrozarnos los pies por Metrópolis, pero no logramos llegar a Gotham. La única vez que llovió estábamos en Harlem.
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