¡Que llueva!, ¡que llueva!
Las riberas del Mediterráneo son una tierra dura.
Una de las primeras cosas que llaman la atención del expatriado mediterráneo al llegar a Austria es el verdor, ese verde saturadísimo, casi sobrenatural, que de puro brillante provoca dolor a unos ojos acostumbrados a los ocres rojizos de la tierra, al amarillo de la genista y la aliaga, al azul infinito del mar y al verde polvoriento de los olivos.
Al poco tiempo de vivir aquí, uno pronto descubre el porqué de ese verdor: la flora tiene una vida muy fácil en esta tierra, porque la lluvia es frecuente y abundante. Por eso los árboles crecen y crecen hasta convertirse en titanes de 30 y 40 metros de altura. Por eso adentrarse en el bosque fuera de senderos es casi misión imposible en primavera y verano si no se lleva un machete.
Las riberas del Mediterráneo, decía, son una tierra dura. Porque la lluvia es un bien cada día más escaso, además de caer, cuando lo hace, de forma violenta en un margen muy pequeño de tiempo, sobre un suelo seco que, incapaz de absorberla, acaba sufriendo inundaciones en vez de producir cosechas.
Pero la vegetación mediterránea es, como sus gentes, vieja y sabia, y sabe esperar con paciencia, reservando sus energías para esas cuatro gotas de lluvia que caerán, sino hoy, tal vez mañana, o la semana que viene, o el mes que viene. Y cuando esas cuatro gotas caen al fin, saca fuerzas de la nada, lanza raíces para bebérselas ansiosa, echa diminutos brotes que le permitan seguir almacenando esa luz, ese sol, acumulando de nuevo fuerzas para la siguiente sequía.
Me fascina la vegetación mediterránea porque se aferra a la vida con ansia desgarradora y sale adelante a pesar de un entorno bien hostil. Me gusta porque me recuerda a sus gentes, a mis gentes, que convirtieron un erial en terreno cultivable a base de sudor, lágrimas, esfuerzo y tesón, bajo un sol implacable que todo lo quema.
La semana pasada estuvimos en Cataluña. Al volver, mis compañeros de oficina me preguntaron, como de costumbre, si habíamos tenido buen tiempo. Y yo les respondí que sí, que nos llovió todos los días y que nos había hecho el mejor tiempo que podía imaginarse. No estoy seguro que comprendieran mi sonrisa ni la alegría que llenó mi corazón al ver mi tierra verde y viva.
5 comentarios:
¡Hola!
Para mi todavía es extraña la vegetación mediterránea y una de las cosas que más me sorprende es su fortaleza.
En cuanto a la lluvia... ¡Qué alegría! La verdad es que yo lo estoy disfrutando mucho (0:
Un saludo,
(me ha gustado mucho el post)
A mí también me ha gustado mucho el post! Y la lluvia, ¡qué bonita y cómo la echo de menos! Aquí llueve mucho menos de aquello a lo que estoy acostumbrada. Como siempre, ¡todo es relativo, no?
Un saludo, :-D
ch, es verdad, es muy fuerte, y se agarra a la vida de forma desesperada. Me encanta lo simbólico de este hecho.
Lo de la lluvia, me imagino que después de dos o tres días de alegría la gente empezaría a poner morros, y si sigue lloviendo más de una semana, estarán todos con un humor de perros! Si es que no nos contentamos con nada :)
noema, ¡qué curioso! la de veces y veces que debes tener que aclarárselo a los nativos, que tú viniendo de España eches de menos la lluvia estando en Alemania...
¡Muchas gracias a las dos por vuestros comentarios! Me gusta que os haya gustado mi post... :)
Como si lo vieras, en la "ofi" ya han empezado las caras largas y las protestas por la lluvia (0: porque sigue lloviendo y es ¡cuarenta de mayo!
Ch, ya te digo... :D
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