Through wars of worlds / invaded by Mars
Hace unas semanas, el pasado 30 de octubre, se cumplió el septuagésimo aniversario de la famosa retransmisión radiofónica de "La Guerra de los Mundos" de H.G. Wells.
Además de catapultar a un joven Orson Welles a la fama, se cuenta que durante los casi 59 minutos de retransmisión, muchas centralitas telefónicas de la policía y redacciones de noticias fueron bloqueadas por las llamadas aterrorizadas de la población, que creyó de veras que los marcianos habían iniciado la invasión de la Tierra después del aterrizaje de una cápsula en Grover's Mill, Nueva Jersey. También suele hablarse de gente huyendo de sus casas, presa del pánico. A pesar de que la atmósfera de tensión y ansiedad que precedió a la Segunda Guerra Mundial pudo tener parte de culpa en estas reacciones, parece ser que los informes de pánicos en masa fueron intencionadamente exagerados por la prensa, en una época en que los medios escritos temían por su existencia ante la novedad e inmediatez de la radio, un nuevo medio por aquel entonces.
Sea como fuere, este suceso es a menudo puesto como ejemplo de la credulidad e inocencia de la población estadounidense. No pocas veces se acompaña el relato de una sonrisa de suficiencia, como diciendo: "Ya se sabe, estos americanos...". La misma sonrisa que aflora a los labios del europeo cuando lee "Employees must wash hands before returning to work" ("Los empleados deben lavarse las manos antes de volver al trabajo") en los lavabos de cualquier lugar en el que se sirva comida. O también al responder el famoso cuestionario en el formulario de inmigración I-94W en el que, tras preguntas del estilo "Do you belong to a terrorist organization?" ("¿Pertenece usted a una organización terrorista?"), se nos advierte que un SÍ en cualquiera de ellas podría suponer la denegación de nuestro visado de entrada al país. Sonrisas de suficiencia que afloran porque creemos ver en todas partes el reflejo de una sociedad idiotizada, a la que en todo momento hay que explicar con todo lujo de detalle lo que hay que hacer en cada situación, como a niños pequeños.
Uno de los factores que te hacen sentir mal cuando vives en el extranjero, cuando debes desarrollar tu vida en una sociedad distinta, es la falta de referencias culturales, aquellos millones de pequeños detalles, de guiños, de procedimientos, de convenciones, que un aborigen sabe sin ser consciente de ello pero que pueden convertirse para ti en un grave obstáculo. A menudo te asalta esa desagradable sensación de que te estás perdiendo algo, de que hay algo que todos saben y que tú ignoras. Algo que convierte en granos de arena para el nativo lo que para ti son montañas.
Ya he hablado antes sobre los marcos de referencia y su fragilidad, y de cómo se adaptan a la nueva situación sin apenas darnos cuenta. Pero también soy consciente que jamás llegarás a quitarte del todo de encima esta desagradable sensación de "me estoy perdiendo algo", por muchos años que pases fuera. Considero que, para el inmigrante, la falta de las referencias culturales de la población que lo adopta es uno de los problemas más graves que debe afrontar. Por eso, cualquier ayuda es más que bienvenida, y tener a alguien que te explica como funcionan las cosas, sin dar por sentado ningún conocimiento previo, sin dar por supuesto un marco de referencia común, es una bendición.
Los Estados Unidos, y Norteamérica en general, son tierra de inmigrantes: apenas una pequeña fracción de la población actual no tiene ningún antepasado que naciera fuera de sus fronteras. Tal vez es por eso que las reglas deben quedar muy muy claras. Tal vez es por eso que hay que formularlo todo sin dejar margen a una posible interpretación errónea. Tal vez sea la necesidad de congeniar muchos marcos de referencia distintos, y no una sociedad idiotizada, lo que hace que parezcan niños pequeños a los que hay que explicar todo. En una tierra de inmigrantes en la que cada uno tiene sus particulares sesgos, sus matices culturales, la definición acurada de unas reglas del juego que no dejen lugar a equívoco, es una necesidad.
Este verano tuve la ocasión de visitar, en un corto espacio de tiempo, las ciudades de Nueva York y París. Y es curioso, porque en Nueva York no tuve en ningún momento la sensación de no saber qué tenía que hacer, hacia dónde ir para recoger mi maleta o dónde tenía que esperar mi turno en cualquier cola o qué me iba a encontrar al final de ella. Una interesante sensación de comodidad, de que el camino para adaptarse a la sociedad ha sido apisonado a conciencia. Unos días más tarde, al llegar a París, otra vez en la Vieja Europa, además de necesitar varios segundos para saber dónde estaba mi maleta, me asaltó muy a menudo la sensación de "Merde!, me vuelvo a estar perdiendo algo".
6 comentarios:
Me ha gustado mucho la reflexión!
Tiene su trasfondo :-)
Me ha gustado lo de "Me estoy perdiendo algo" es una cosa que yo siento muy a menudo. Y de lo de NY es que de Nueva Yourk no es nadie, y es todo el mundo.
A veces uno se cansa de preguntar si se puede salir y volver a entrar... malditos marcos de referencia.
Noema, me alegro que te guste! La idea me vino como una revelación un día esperando el bus y reflexionando sobre un cartel del ÖVP (los populares austríacos) en la linea de "Ohne Deutschkurs keine Zuwanderung"
Paco, lo de "me estoy perdiendo algo" es algo con lo que hay que aprender a vivir, porque siempre estará ahí, en mayor o menor medida. Creo que yaa somos demasiado mayores para aprender todo lo que nos falta. Para eso deberíamos haber venido con 6 meses de edad... :S
No sólo fue Nueva York, eso es lo curioso, sino también en toda la parte de costa e interior que recorrimos, Nueva Inglaterra, le llaman.
Alba, lo difícil del caso es darse cuenta de cuando uno está "enmarcado".
Un abrazo y muchas gracias por comentar!
T.
Hola, soy Juana, hace 3 dias me he trasladado a Londres, yo soy de Mallorca, y ayuda ver que son imaginaciones mias sino que de verdad hay algo que me estoy perdiendo. Hace mucho que leo tu blog y te felicito mucho por el.
Juana, bienvenida a mi blog! :) Al principio tendemos a pensar que somos nosotros, que no nos enteramos, que nos perdemos algo por culpa del idioma. Y sí, en gran parte se debe al idioma, pero no es el único culpable.
Te deseo toda la suerte del mundo en tu nueva aventura londinense, qué envidia me das!, a mí me encantaría vivir en Londres... :)
Un abrazo y espero que nos sigamos leyendo a menudo.
T.
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