domingo, 17 de febrero de 2008

Extraño(s)

Hace un par de meses robaron en una joyería en Salzburgo. Ocurrió durante la noche, y las únicas imágenes del ladrón (de una cámara de vigilancia que había cerca) mostraron a un encapuchado rompiendo el cristal y llevándose joyas por valor de unos 10.000€. No había forma de descubrir la identidad del encapuchado (a pesar que parecía ser un hombre).

Curiosamente, el joyero parece tener un extraordinario sexto sentido que le permite, a pesar de la máscara, a pesar de la oscuridad, a pesar de la mala calidad de las imágenes, saber la nacionalidad del delincuente. O, como mínimo, la situación geográfica de su pueblo con respecto a Austria: hacia el Este. Queriendo compartir con todos los transeúntes su opinión sobre la política de la Unión Europea, colgó un cartel en el cristal roto de su escaparate que decía: "EU-Osterweiterung lässt grüßen!!!" ("¡¡¡Aquí tenemos la ampliación de la UE hacia el este!!!").



Austria siempre ha sido de los países más opuestos al acceso de terceros países a la Unión Europea. De hecho, Austria está más en contra del acceso de algún nuevo país (con la única excepción de Croacia) que cualquier otro país europeo. Según el Eurobarómetro 2006, un 62% de los austríacos están en contra del acceso de Macedonia, un 59% en contra del de Bosnia-Herzegovina, un 73% del de Albania y un 65% del de Serbia. Tan sólo un 5% de los austríacos están a favor del acceso de Turquía a la UE. Para comparar, el 24% de los griegos están a favor de dicho acceso.

En una encuesta del Eurobarómetro del 2005, el 73% de los austríacos pensaban que las diferencias culturales eran demasiado grandes para permitir el acceso de los turcos. La media de la UE25 era del 54%. Curiosamente, el 60% opinan que "la religión es irrelevante para decidir si un país debe ser aceptado como miembro o no".

Lo sorprendente, de todos modos, es que otros debates de ampliación de la Unión Europea han sido guiados de forma maestra por la clase política austríaca. Así, en el 2002 el Eurobarómetro mostraba a un 34% de los austríacos en favor del acceso de Croacia y a un 51% en contra. mientras que en 2005 estas cifras se habían convertido en un 55% a favor y un 40% en contra. Por el contrario, en 2002 un 32% de los austríacos estaban a favor del acceso de Turquía y un 53% en contra. En 2005 tuvimos al 10% a favor y al 80% en contra. No ha habido apenas ningún esfuerzo de la clase política en el caso de Turquía. Ahora, con un extraordinariamente bajo 5% a favor, nadie quiere ocuparse del tema por miedo a convertirse en blanco fácil para los oponentes políticos.

De una población total de 8.3 millones, un 9.4% son extranjeros. De éstos, poco menos del 88% son de fuera de la Unión Europea, en especial de los Balcanes y de Turquía. Una encuesta encargada por la embajada turca mostró que el 52% de los austríacos culpan a los inmigrantes en Austria de los problemas de integración. Es decir, la causa de los problemas es el rechazo de los inmigrantes a integrarse. Un 45% creen que no hay ninguna solución a los problemas de integración de la comunidad turca.

Yo pienso que, cuando de integración se trata, hay que poner algo de las dos partes. En primer lugar, hay que conocerse mutuamente como primer paso para aceptarse mutuamente. Que yo aprenda tu lengua no es suficiente. Tú debes familiarizarte con mis rituales y, aunque no los compartas, debes como mínimo entender que son importantes para mí y respetarlos. Aceptar, y no tolerar, pues en el tolerar va implícita la censura. En el tema de la integración, tengo la impresión que los austríacos están más o menos dispuestos a poner de su parte según lo que diga mi pasaporte.

Hay un restaurante italiano en Salzburgo en el que no podemos hablar alemán, porque no nos entienden. Sólo hablan italiano, pero ésto no parece molestar en exceso a ninguno de los numerosos clientes austríacos. Incluso se les celebra: "¡Qué gracia! No saben alemán. Son tan divertidos..."

¿Podemos imaginar los mismos comentarios ante un kebab turco?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando de integración se trata, hay que poner algo de las dos partes pero una parte ha de poner más que la otra. Un inmigrante no deja de ser un invitado, que con el tiempo puede pasar o no a ser parte de la familia. De momento, lo primero es que aprenda las normas y costumbres de allí donde se le acoge. El anfitrión puede tolerar pero el comensal tiene que aceptar. Con los años los prejuicios son estadísticas hechas con experiencias negativas.

Anónimo dijo...

Los españoles no somos muy diferentes. No consideramos igual al alemán que vive en Mallorca que al marroquí de la tienda de fruta. No decimos nada del vecino alemán que se toma cuatro cervezas después de cada comida, porque es "typisch", pero cada vez que se habla del ramadán nos tiramos de los pelos. Criticamos a los chinos porque no dejan casarse a sus hijas con alguien que no lo sea, pero me gustaría ver a la mayoría de las abuelas si les dices que tienes un novio de Hong-Kong... en fin, es triste y difícil. Comparto todo lo que dices, pero, sinceramente, no creo que los españoles seamos mucho mejores que los austriacos. El que tenga dudas, que vea Un franco catorce pesetas, de Carlos Iglesias. Estoy harta de escuchar que los españoles emigrábamos con permiso de trabajo (incluso en mi propia familia) cuando un 60% no lo hizo.

tonicito dijo...

anónimo, es cierto que un inmigrante no es más que un invitado. Cuando yo tengo invitados, me esfuerzo para que estén bien y se sientan a gusto en mi casa. Por supuesto que si se comportan de forma inapropiada no voy a aceptarlos (tal vez no los invite nunca más).
Creo que sí hay una asimetría en el esfuerzo que deben hacer las dos partes. Pero me parece que el que "juega en casa" tiene algo de ventaja, por lo tanto debería poner un poco más de su parte. Instalarse en un país extranjero, en un país extraño, con gente que nos es extraña, no es nada fácil. Encontrar una cara amable entre esa gente extraña hace que el esfuerzo sea más llevadero.

vega, no creo que los españoles seamos diferentes. Lo que sí me choca de los locales es la sinceridad: el tío de la joyería no tuvo ningún problema en colgar un cartelito en su escaparate roto que le identificó claramente como xenófobo. No digo que los españoles seamos mejores ni peores que los austríacos.

La inmigración es un tema complicado, porque es muy fácil para ambas partes echar la culpa al otro e instalarse en una cómoda situación de queja permanente. Por eso es tan importante el paso (a dar por ambas partes) de conocer al vecino.

Pero es una tendencia que va a más, cada vez más, cada vez más lejos. Así que más nos vale entenderla y aceptarla, porque no creo que haya vuelta atrás.

Gracias por vuestros comentarios!
T.

Paco Bernal dijo...

Hola! El post me ha parecido interesantísimo, pero coincido contigo en que el tema es muy complicado. Primero, creo que es un error pensar en dos bandos homogéneos y contrapuestos. Hay austriacos muy tolerantes y muy bien dispuestos hacia lo extraño y turcos, peruanos,africanos, e incluso españoles, que viven felicísimos e integradísimos. Eso por un lado.
Por otro, yo he tratado con turcos, jóvenes, de nuestra edad, y tienen un sentido de pertenencia muy fuerte que no tenemos los españoles, por ejemplo. Quizá sea una reacción ante el rechazo, no te lo discuto, pero sí que ellos se sienten primero turcos y luego, el resto.
Otra cuestión, por ejemplo, que yo discutía el otro día con un par de austriacos. No existe, por ejemplo, ningún referente de inmigrante en la tele ni en el mundo del espectáculo. Por utilizar una terminología que todos entendamos (aunque sea peligrosa por la connotación), todo es cien por cien ario.
Y luego está el tema del dinero. Por supuesto los austriacos son conscientes de ser una isla de prosperidad rodeada del tenebroso sureste (Turquía y la península balcánica) y el este. Y eso crea una gran suspicacia. Porque aquí la inmigración no sólo es un tema turco. También está el hecho de los ciudadanos del este que ya, pero ya, podrán venir aquí.
En cuanto a los políticos austriacos, pues mira, el otro día vi un cartel de FPö que me dejó de plástico y que resume su actitud: "Nuestro país para nuestros hijos". El tito Adolf estaría orgulloso, vaya.
Yo creo que hay recelo por las dos partes y que quizá, como tú dices, las dos partes deberían poner más de su lado.
Abrazos,
P.