Dejando pasar las horas...
El final del verano se acerca.
El sol que cada tarde ha estado entrando, implacable, por mi ventana de la oficina, cada vez se esconde antes tras las copas de los abetos que coronan la montaña a cuyos pies nos encontramos. Un sol que, por cierto, prefiero capear con la ventana abierta y que, por lo menos, corra algo de aire, antes que seguir las abstrusas teorías austríacas sobre cerrar las ventanas para que el aire de dentro se mantenga fresco. Teoría ésta más que discutible y que tendría algo de validez, en todo caso, en combinación con una persiana u objeto opaco a la sazón. Invento que, por lo menos a mi oficina, no ha llegado todavía.
Se acerca, como decía, el final del verano. Es ésta la estación del año cuyo final espero con más ansia, por varias razones. En primer lugar, porque el final del estío marca el comienzo del otoño, y ésta sí es, con ventaja, mi estación favorita. En segundo lugar, porque con él se marchan también varios puntos negativos: deja de hacer calor, la basura deja de apestar, se puede dormir por la noche y la gente, en fin, deja de oler (tan) mal... En tercer lugar, el sol de verano es demasiado intenso y cae demasiado en vertical, y además ilumina un uniformemente aburrido tono verde que no da ningún juego a la fotografía.
Y es que, debo admitirlo, bajo peligro de ser relegado a la condición de paria social por mis convecinos aborígenes, no me gusta el verano. De hecho, es el último en mi lista de estaciones favoritas, a saber, otoño, en un disputado segundo y tercer puesto invierno y primavera y, finalmente, muy atrás, verano.
De todos modos, lo que sí tiene de bueno el verano son las tardes ociosas de domingo, sin nada mejor que hacer que pillar el bocadillo y la bicicleta, pedalear media horita hasta Hellbrunn, tumbarse a la bartola y dejar pasar la tarde, leyendo, dormitando, comiéndose el bocata, haciendo fiestas a perretes simpáticos que vienen a visitarnos y, en fin, disfrutando de lo lindo de mi palabra favorita de hoy: Müßiggang, que significa nada menos que ociosidad.
En fin, dejémonos llevar por la Müßiggang en el camino de vuelta a casa...